martes, 17 de junio de 2014

Poner puertas al mar, por José María Miguens Castro




Sabemos que el litoral gallego, por sus características, es uno de los más ricos del mundo. Además en él confluyen una serie de particularidades que lo hacen único. Una zona geográfica natural privilegiada con una cultura del mar de muchos siglos. Siglos en los que también las gentes del Mar hemos sido el motor de desarrollo económico de las zonas costeras gallegas. Hace años las cofradías no solo construían hospitales y colegios, también fueron los precursores de la Seguridad Social con servicios de protección social y familiar.
Nuestras artes de pesca eran sostenibles y el respeto político a nuestra idiosincrasia hacía recaer sobre nosotros la responsabilidad y el cuidado que, de generación en generación, hemos tenido con nuestro medio de vida, el mar.
Inconcebiblemente, desde la llegada de la Xunta de Galicia, y digo inconcebiblemente porque sería de suponer que la política cercana favorecería a este sector, las cosas van de mal a peor.
Desgraciadamente, con nuestro sector, la pesca de bajura, los políticos se han equivocado intentando legislar obviando nuestros usos y costumbres y sin tener en cuenta nuestras particularidades en función de la zona costera gallega. Han legislado un “todos por el mismo rasero” que solo puede hacerse desde el más absoluto desconocimiento. Nos han llevado con estas leyes a una decadencia del sector pesquero de bajura lamentable.
Lo legislado por la Xunta con los Permex, los censos cerrados, las artes de pesca, etc., solo encorseta nuestro trabajo de tal forma que, aunque queramos, es imposible cumplir con la ley. Esto no solo nos lleva a sentirnos “furtivos”, si no que nos ha obligado a trabajar de una forma voraz, ineficiente e insolidaria que además está llevando al sector a un pozo sin salida.
Existe un abismo entre cómo es la realidad del mar y lo legislado por la Xunta. Esto se ha producido porque todo se hace desde despachos con “expertos” que no conocen de verdad nuestro sector. No sabemos quiénes se sientan en esas mesas. Lo que sí sabemos es que no respetan al mar ni a sus gentes.
Y lo que es más sangrante, nuestras cofradías que eran órganos independientes, lugares reconocidos al servicio de los pescadores, han pasado a ser prolongaciones burocráticas de la Xunta con más funcionarios (por si fueran pocos) al servicio de la administración.
Creo que no es tan difícil entender que no se pueden poner puertas al mar.

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