Basta con echarle un vistazo a la crónica del pasado siglo XX, para entender que en nuestro arraigado signo patrio multicultural siempre han tenido cabida diferentes ideologías propuestas o impuestas, desde abuelos Borbones a Primo de Rivera, desde la Segunda República a la Guerra Civil antesala de otra dictadura, para acabar dando paso a un período democrático en donde gusta girar el primerizo volante centrado de izquierda a derecha y vuelta a empezar. Siempre nos queda la selección española de fútbol para unirnos a todos coreando para vergüenza ajena aquello de yo soy español, español… hasta que acaba el Mundial o el torneo internacional de turno y vuelta a la santa discordia entre puntos cardinales. Pero he de reconocer que el color negruzco que ha tomado el asunto hace unos días ya es harina de otro costal. Esas imágenes grotescas de polis y cacos, ciudadanos todos al fin al cabo, jugando a las barricadas de contenedores ardiendo con piedras y palos por el aire, iracundos unos y otros cargados con verdaderas ganas de hacer daño, las veía hace años de soslayo en el noticiario pensando en la suerte que corría al no vivir en aquellos países deshumanizados y violentos, bien resguardadito servidor en la cálida seguridad del Estado de Derecho. Ahora contemplo perplejo cómo la crisis, el paro, los desahucios, los estudios impagables y demás problemas sociales llenan una peligrosa y rebosante coctelera que no admite más ingredientes, y que como se siga agitando acabará por explotarnos en las manos, culpándonos mutuamente de no saber mediar en el conflicto o de no querer admitir que algo debe estar haciéndose muy mal para que el llamado bienestar esté fallando tan estrepitosamente. No me decanto como buen gallego ni por un bando ni por el otro, que bastante tengo con pelearme cada día contra mi enfermedad, pero los uniformes nunca me han gustado por repetitivos y severos y las palestinas, aunque reivindicativas y liberales, deberían revisar sus argumentos para concluir si las formas son las verdaderamente apropiadas. Bastantes dificultades nos traen los tiempos que nos han tocado vivir para sentir el temor de acabar todos como en el Duelo A Garrotazos del irrepetible Goya. Créanme que prefiero, por aburrido y ñoño que sea, pensar que este verano habrá otro inoperante Mundial de fútbol. |
La revolución tranquila de la gente sencilla. Solo los besos nos taparán la boca.
martes, 8 de abril de 2014
Duelo a garrotazos,por Óscar Camiño Santos, A Coruña
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