sábado, 26 de abril de 2014

Democracia y nacionalismo, por Manuel García Castro / A Coruña



En los albores de nuestra  democracia, al hilo de la legalización de los partidos políticos, el profesor sometió a debate el tema para ver qué pensábamos de ello. A todos nos pareció una excelente noticia, si bien  hubo quienes, recordando unas referencias hechas poco tiempo atrás, por el propio profesor, a los horrores de los regímenes comunistas,  recelaban del Partido Comunista.
Después de escuchar atentamente a quienes quisieron dar su opinión, el viejo profesor —que sabía más por viejo que por profesor—, dijo muy pausado: “sí, sí, ya sé todo eso, pero… ¿qué quieren que les diga?  Para  mí el problema no está en el Partido Comunista, sino en los nacionalistas”. Todos nos quedamos estupefactos.  Pero… ¿por qué, profesor, si los nacionalistas son partidos democráticos? “No se equivoquen,  los nacionalismos son el germen de la mayoría de las guerras. Además, el nacionalismo es enfermizo; es un virus contagioso. Basta inocularlo a un profesor para que contagie a tosa la clase, salvo que algún alumno sea inmune o esté vacunado contra ese virus. A los nacionalistas,  la democracia les sirve para sus propósitos, pero ellos no la respetan. Tengan en cuenta que la democracia propugna la igualdad, la solidaridad, la libertad, el respeto hacia los demás…y claro está que los nacionalistas,  no solo  quieren ser distintos, sino que quieren que lo seamos los demás;  son insolidarios  (lo suyo es solo suyo, y lo de los demás también es suyo); son liberticidas, por ejemplo, imponen la lengua… y hasta son racistas”.
Pasados tantos años y oyendo ahora las declaraciones de los nacionalistas en las que la única democracia que entienden es la que ellos dictan —obviando la Constitución—, uno recuerda al viejo profesor y se pregunta: ¿quiénes serán los  maestros de nuestros jóvenes?

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